viernes, 22 de enero de 2010

El mito de la globalización

A día de hoy no es ninguna novedad hablar sobre sus inconvenientes, que le voy a hacer si la originalidad no es mi fuerte.

Todo no ha sido mejorar las condiciones del mundo y de las personas, evidente para todos, de hecho, en algunos casos particulares, lo que es palpable es un deterioro. En el proceso se han utilizado los fallos del sistema (no entro en teorías conspirativas) que rige el mundo para limitar derechos y reducirlos, para que la injusticia sea mayor y las posibilidades de revertirlo tiendan a desaparecer.

Tras la revolución industrial con la consolidación de los sindicatos se logro mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. Las espeluznantes descripciones de Germinal pasaron a formar parte de la historia, no fue un proceso rápido ni fácil pero visto desde la distancia fue un gran logro. Las clases poderosas escondieron el palo y ofrecieron la zanahoria, de este modo todos ganan, unos mejoran su vida y otros evitan incomodas revoluciones.

Después de una guerra mundial y una depresión ¿irrepetible? la mano de obra sobraba, fueron años duros como Steinbeck relató con gran crudeza. La reanudación de la previsible guerra (“Este no es un tratado de paz sino un armisticio de veinte años”- Mariscal Ferdinand Foch respecto al Tratado de Versalles) y el establecimiento de un nuevo orden mundial dominado por 2 superpotencias provocaron mejoras rápidas para mantener el orden social, el nacimiento del Estado del Bienestar se forjo durante los años de la contienda para mantener el frente interno (los nazis y comunistas usaron el palo y lo que hiciera falta). Gracias al miedo a los “rojos” en las democracias europeas se disfruto de una justicia social nunca antes imaginada (dudo mucho que sin la masacre de la guerra y el posterior pánico a la URRS se hubiera logrado), hora feliz en zanahorias.

Cuando la reconstrucción de Europa había avanzado suficientemente se inició una primera ola de deslocalizaciones en busca de lugares con menores costes laborales, inferiores salarios y también menos derechos y privilegios y leyes medioambientales más laxas (o preferiblemente inexistentes) que en los países de donde procedían las empresas. En España fueron los años del desarrollismo (entre 1961/1974 la tasa media de crecimiento del PIB fue del 7%, suena a ciencia ficción hoy día) gracias al aumento de las industrias y a las “suecas” que venían a pillar cáncer de piel.

Una crisis del petróleo, el invento de la estanflación y la caída de un mito, la URRS dejo de existir, y con ella todo el bloque comunista, desapareciendo el coco que tanto preocupo a Paquillo el caudillito. Ya no había nada que temer pues la “dictadura del proletariado” resulto ser eso, una dictadura y nunca miraron por el proletariado (aunque su sistema educativo y sanitario debería haberse preservado).

Como los costes laborales habían aumentado más de la cuenta tocaba otra ronda de inversiones en países pobres o en desarrollo (a esta invita la casa). Cierto que estas inversiones suponen un beneficio para el país receptor (o al menos para unos cuantos cercanos al poder) pero su población en muchas ocasiones no se ha visto favorecida, pues las empresas no tienen ningún inconveniente legal o ético en hacerlo en lugares donde no hay democracia, como en Cuba (la mayor parte del sueldo de los cubanos empleados por empresas extranjeras es para el Estado) o Birmania.

Para los españoles supone un grave problema puesto que aquí no se invierte nada en I+D (no podemos mejorar la famosa productividad) y, a día de hoy, nos es imposible competir en salarios, aunque tiempo al tiempo con tanto experto pregonando contenciones, reducciones y felaciones (puestos a pedir). Los productos de países donde la mano de obra es más barata, la seguridad no es importante y el deterioro ambiental esta a la orden del día (aunque aquí tampoco es que seamos como el Capitán Planeta) cuestan menos, y como tiene que haber libre comercio…

Quizás me estoy yendo por las ramas. ¿Por qué libre comercio cuando las condiciones no son las mismas para todos? De este modo a la larga nos empobrecemos todos, perdemos derechos puesto que en el primer mundo disminuye la capacidad negociadora debido al aumento del desempleo, cediendo en cosas que antes eran impensables, siendo el primer paso los recortes de salarios, basta con mirar ofertas de empleo (si tu no tragas otro lo hará), y, en el otro lado viven en un estado similar al de finales del siglo XIX en Europa (no todos los países) puesto que carecen de medios de presión como leyes que regulen el trabajo o sindicatos.

No digo que se impida las importaciones de esos países pero si gravarlos con aranceles, y lo recaudado (por el importe o porcentaje que se estime oportuno) destinarlo a inversiones en los países de origen que sirvan para aumentar la calidad de vida de sus habitantes, mejorar las infraestructuras, la educación, dar microcréditos, para ONGs que tengan proyectos para el país, etc.…en resumen, devolverles parte de lo que legítimamente les corresponde. Ya sé que controlar que ese dinero no fuera a parar a los de siempre es misión imposible, pero con que el 50 % lo lograse sería un gran avance.

El proceso de la globalización se ha hecho de arriba abajo, globalización industrial y empresarial pero no de derechos y deberes. A los ciudadanos del mundo no se nos consulta y unos pocos deciden el destino de todos. Cualquier chispa puede encender la mecha de protestas y disturbios en países que suponemos avanzados como Francia con sus hogueras de coches, Italia y España contra la inmigración, Grecia por la muerte de un estudiante, los agricultores Koreanos… El malestar que se palpa, que se está gestando poco a poco puede reventar en el momento menos esperado, hasta el asno mas manso puede hartarse de los palos y soltar coces.

Prefiero las zanahorias…

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